GUILLERMO TORALES CABALLERO
La educación es un tema transversal que se relaciona con diversas áreas de nuestra vida nacional. Uno de los muchos vínculos que nos plantea el tema educativo en México es la relación entre el Ejecutivo federal y el movimiento magisterial, representado en parte por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), organización que desde hace décadas juega un papel estratégico y, particularmente, crítico, en el ajedrez de las decisiones políticas de este país.
La CNTE, un proyecto político
La CNTE se fundó el 17 de diciembre de 1979, durante el sexenio del presidente José López Portillo, como una reacción disidente al autoritarismo y corrupción encarnados por el eterno líder magisterial del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE, fundado en el corporativismo protopriísta de 1943), el potosino Carlos Jongitud Barrios.
Desde su fundación, y luego confirmados explícitamente en su reunión del 1 de noviembre de 1992 en Michoacán, la CNTE planteó 22 principios donde destacan: “No se niega ninguna forma de lucha y organización y sus posibles combinaciones, siempre que no se obstruyan la educación de las bases, no rebaje su nivel político, su conciencia y su combatividad”… “Antepone la movilización en la negociación de los pliegos petitorios”… “Es una escuela preparatoria para la lucha contra la burguesía y el Estado, con el objetivo de destruir el Sistema Capitalista…” . En fin, un ideario político potente, pero donde no se habla, ni por asomo, de contribuir a elevar la calidad de la educación del alumno ni otras consideraciones afines y medulares del quehacer magistarial.
En este sentido, la CNTE representa desde su fundación un proyecto político, más que educativo. Su visión organizacional pone al maestro en el centro del tema educativo; él es la prioridadad, el personaje protagónico de este relato, junto con sus condiciones laborales y contractuales, lo cual resulta natural en virtud de que una organización gremial tiene como primera responsabilidad la defensa de los intereses y derechos de sus agremiados. Sin embargo, la CNTE enarbola también un proyecto político que, así lo señalan sus estatutos, busca posicionar al movimiento magisterial como el eje del “cambio revolucionario” de nuestra sociedad.
Para la CNTE y nuestros dos últimos gobiernos de linaje 4T, el de AMLO y el de Claudia Sheinmbaum, el tema educativo se circunscribe a un mero asunto político y contractual que deberá resolverse en las mesas de negociación. No hay lugar para un webinar nacional en la materia, no hay una visión de Estado de largo plazo que considere el tema educativo como motor del progreso de la sociedad; simplemente no se le considera un asunto importante ni urgente que convoque a los mejores esfuerzos de todos. No es un tema prioritario para la 4T, no es un asunto que merezca su atención ni que se refleje en un esfuerzo presupuestal significativo. El tema educativo para ellos no es un tema, es un problema que no saben cómo resolver. Lo que prevalece más bien es una visión inmediatista desde el Ejecutivo que solo busca administrar el problema –no olvidemos cuántas veces el anterior presidente les dio a los centeístas atole con el dedo, pero no soluciones de fondo a sus demandas–, o bien, algo más canallezco: patear el bote para que sean los siguientes administraciones, y luego los siguientes de los siguientes, quienes lidien con la CNTE, una verdadera papa caliente que nadie quiere tener en las manos.
¡Se ve, se siente, la CNTE está presente!
Desde una perspectiva mediática, el movimiento magisterial ha provocado una percepción negativa entre la opinión pública por sus desmanes y agravios, quien no conoce sus orígenes ni tampoco sus demandas. La historia que representa la CNTE es un culebrón añoso y sin solución, un pajar sin aguja. Una historia cuya línea narrativa se sustenta en la anécdota central de la toma violenta e ilegal de las calles; sus correlatos son marchas infinitas, bloqueos de vías primarias y secundarias para asfixiar a una ciudad como la de México, que ya de por sí se ahoga entre la inseguridad y las contingencias ambientales; también figuran los daños a terceros y los ataques a la propiedad privada y al uso de la violencia con forma de cohetones, petardos, bombas molotov, secuestro de camiones y toma de casetas.
Si uno mira las notas periodísticas del día a día, en ellas se consignan los desastres del activismo magisterial en las calles, pero no se habla de su pliego petitorio ni de sus proyectos. La estridencia de su movimiento silencia cualquier posibilidad de escuchar sus peticiones y sus propuestas. Y este modelo de beligerancia magisterial callejera amenaza con replicarse en los cuadros de aprendices de “maestro” que ya se adoctrinan y capacitan en numerosas escuelas normalistas del país, especialmente de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, donde la pobreza extrema es el caldo de cultivo para los futuros maestros que no están planeando cómo educar, sino cómo denunciar su desgracia histórica.
Durante marzo pasado vimos el músculo movilizador de la CNTE en las calles de la Ciudad de México, la cual sacó a sus bases a la calle para manifestarse en un “paro de 72 horas” – otras vez los alumnos sin clases; los verdaderos olvidados de este drama– en contra de una iniciativa de la presidenta Claudia Sheinbaum para reformar diversos aspectos de la ley del ISSSTE, quien ante las impetuosas marchas y bloqueos, tuvo que dar marcha atrás a su iniciativa.
Este acontecimiento deja claro, por una parte, la debilidad política de “La Presidenta con A”, quien ante los primeras amenazas y gritos cedió rápidamente; por otro, manifiesta los beneficios que reditúa el activismo callejero, el cual da visibilidad mediática y atemoriza a los destinatarios de sus protestas y arengas, ablandándolos y empoderando a la CNTE para posicionarse con sobradas ventajas en la mesa de negociación.
El activismo de la CNTE, a veces violento e intransigente, y otras intransigente y violento, plantea sin lugar a dudas que para ellos el tema educativo es un asunto de movilizaciones callejeras y rebatingas contractuales con el gobierno en turno. Mientras el tiempo avanza y las generaciones se pierden, en su discurso hiperideologizado y beligerante no hay espacio ni lo habrá para palabras como “evaluación del docente”, “el alumno como centro del debate”, “calidad de la educación”, “diseño de un modelo educativo y estrategias educativas”, y otras palabrejas de tufo “neoliberal”, dicen.
¿Para qué educar, si podemos marchar?
You can book less than 6 persons in Condo of 6:
5 – 10% less
4 – 20% less
3 – 30 % less
2 – 40 % less
Less than 4 persons in Condo of 4:
3 – 10% less
2 – 20% less
We also have rooms for one or two people, ask for prices.