POR: GUILLERMO TORALES CABALLERO
A raíz de la iniciativa de ley enviada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo el pasado mes de febrero al Senado de la República para erradicar el nepotismo en el ámbito de los puestos de elección popular en México, se puso bajo la luz del debate público esta suerte de perversión de la cultura política que nos caracteriza y también nos estigmatiza.
Al mismo tiempo, quedó al descubierto una noticia que ya no es noticia: la mezquindad de los partidos políticos cuando se trata de algo que amenaza sus connivencias y sus conveniencias, como es reformar un método corrupto mediante el cual eligen y otorgan cargos públicos tal si fuesen bienes familiares hereditarios. La reacción inmediata y vulgar de los beneficiarios de este nepotismo mexicano fue patear el bote hasta el 2030, prorrogando así una de las aberraciones más intolerables de nuestro sistema de partidos.
El patrimonialismo en la política
El tema del nepotismo, definido según la RAE como la “utilización de un cargo para designar a familiares o amigos en determinados empleos o concederles otros tipos de favores, al margen del principio de mérito y capacidad”, traza una grotesca caricatura del clásico político mexicano.
La verdad es que el patrimonialismo en la política mexicana es un perverso vicio de larga data. Cuando de ejemplificarlo se trata, siempre viene a la memoria del pasado reciente el sexenio del presidente José López Portillo (1876-1982), quien luego de que su hijo José Ramón fuera nombrado subsecretario de Programación y Presupuesto durante su administración, grabara en mármol su famosa frase: “Es el orgullo de mi nepotismo”.
Sobre la iniciativa enviada por el Ejecutivo a la Cámara de Senadores —como cámara de origen— mucho se criticó que se limitara solo a puestos de elección popular y no en general, como debía ser, para todo tipo de puestos dentro de la administración pública, que es el ámbito donde se produce y reproduce este flagelo. También se expresó un extrañamiento sobre el porqué no incluía a los integrantes del Poder Judicial. En fin, desde un principio se le etiquetó como una iniciativa limitada e insuficiente, pero como dice la gente “algo es algo”.
Asimismo, fue de llamar la atención que la presidenta de Morena, Luisa María Alcalde Luján –vaya, otro noble apellido con “n” de nepotista–, saliera a los medios a advertir que su partido no postularía a familiares para cargos de elección en este 2024 que tendrán lugar en Durango y Veracruz. Algunos analistas advierten ya que si se les niega a los morenistas continuar cultivando el nepotismo, un “uso y costumbre” con calidad de derecho consuetudinario, seguramente dejarán a Morena para inscribirse en las listas de sus aliados, el PT y el PVEM.
Entre procrastinar y perpetuar
De regreso a la actualidad, el escandaloso rechazo de la alianza Morena-PT-PVEM para que la iniciativa de ley contra el “nepotismo electoral” –así le llaman ya– se aplicara inmediatamente en las elecciones del 2027, puso de manifiesto varios temas: en primerísimo lugar, que la “Presidenta con A” no tiene, ni de lejos, la misma fuerza política ni los mismos amarres que su antecesor, a quien las bancadas de la 4T en el Congreso jamás le cambiaron “ni una coma” a sus iniciativas, aprobándolas fast track, es decir, sin leerlas ni debatirlas.
Otro aspecto que queda al descubierto es el mercenario papel que continúa jugando el Partido Verde en esta amalgama aliancista, donde impúdicamente y en voz de líder nacional, Manuel “El Güero” Velasco, se negó a aceptar la iniciativa presidencial al poner por encima de todo interés público su interés particular para que la senadora y esposa del actual gobernador de San Luis Potosí, Ricardo Gallardo Cardona, vaya por la gubernatura y sin escalas en el 2027. A esta afrenta del Verde –un verdadero revés a la primera iniciativa de la “Presidenta con A” –, le siguió la aceptación morenista en boca del alquimista morenista Adán Augusto López Hernández, y del presidente de la mesa directiva de la Cámara de Senadores, Gerardo Fernández Noroña, quien por cierto acuñó una nueva frase para su catálogo de contradicciones: “Todo sea por la unidad del movimiento”.
No desentonaron en este afán nepotista los Monreal, de Zacatecas, particularmente el senador morenista Saúl Monreal Ávila, al exponer públicamente su “interés legítimo” por competir por la gubernatura de Zacatecas; Saúl es hermano de Ricardo Monreal, ex gobernador de Zacatecas y actual líder del Grupo Parlamentario de Morena y presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) de la Cámara de Diputados; a esta dinastía pertenecen el actual gobernador de Zacatecas, David Monreal, y también Caty Monreal, alguna vez suspirante a la alcaldía Cuauhtémoc, la misma que gobernara su padre, el ubicuo Ricardo Monreal, entre el 2015 y 2017.
Un último botón de muestra de nuestro vergonzoso nepotismo lo constituye el senador morenista Félix Salgado Macedonio, quien en 2021 perdió su candidatura a la gubernatura de Guerrero por orden del INE al no presentar en tiempo y forma sus reportes de gastos de campaña, además, de verse involucrado en un par de escandalosas denuncias por violación. Este impresentable personaje tuvo a bien declinar en favor de su hija, Evelyn Salgado Pineda, quien en el 2021 y luego del aparatoso apoyo de Morena y sus aliados, tomó protesta como nueva gobernadora de Guerrero. Ahora su padre vuelve al ruedo de la competencia por la gubernatura del estado merced a sus inocultables apetitos nepotistas, bajo el infame grito “¡Hay toro!”.
…Y la lista continúa con los Batres de la Ciudad de México, los Yunes de Veracruz y los Murat de Oaxaca, más los nuevos cacicazgos que ahora mismo se están enraizando en el país y que en el futuro, ya sea en el 2030 o cuando nuestros procrastinantes partidos lo acepten, será muy difícil arrancar del todo. Por ahora, el nepotismo seguirá siendo más de lo mismo.
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